Ubicada sobre el Lago Titicaca, posee 15 Km² de área y 3,663 habitantes; su población es aymara y está dedicada básicamente a la agricultura y se concentra en el pueblo de Amantani. Las costumbres ancestrales de sus pobladores, la forma de vida y paisajes, harán de su visita momentos apasionantes. Al igual que en Taquile, es costumbre de sus habitantes ofrecer su vivienda y alimentos a los visitantes que deseen pernoctar, para compartir las actividades de las comunidades nativas.La flora del lugar se caracteriza por la presencia de plantas arbustivas como la muña, kantuta, salvia, tola y patamuña. En la isla habitan ocho comunidades que se dedican especialmente al cultivo de papa, maíz, oca, quinua, habas y arvejas y su artesanía más representativa está constituida por la textilería y el tallado en piedra.Entre sus atractivos naturales destacan dos miradores en la parte más alta, desde donde se puede apreciar el lago en toda su extensión, así como algunos restos prehispánicos, centros ceremoniales y un cementerio de momias.La
leyenda popular sobre la creación del
lago habla de que la población vivía felizmente en lo que era un valle de tierra fértil. Los dioses de las montañas, los Apus, solo prohibieron una cosa: que los humanos subieran a la cima de las montañas porque allí ardía el fuego sagrado.
La leyenda inca del Lago Titicaca
La historia de la creación de algunas ciudades de Perú está acompañada de leyendas mitológicas incas. Una de las más conocidas es aquella que cuenta el origen del Lago Titicaca, cuyos protagonistas son los habitantes de Puno.Según cuenta la leyenda, antes de que existiera el Lago Titicaca, en este lugar se encontraba un valle fértil. Sus ciudadanos eran felices con lo que los dioses les otorgaban: luz y lluvia para las cosechas y tierra para conseguir comida.Los habitantes de este valle no necesitaban nada más: los apus, dioses de las montañas, les protegían y no conocían sentimientos negativos como el odio y la ambición. Los apus le daban libertad absoluta a los ciudadanos del valle con una única excepción: tenían prohibido subir a la cima de una de las montañas, ya que aquí se encontraba una hoguera con el fuego sagrado.
De esta manera, los humanos vivieron durante muchos años sin ningún problema y en absoluta paz. Pero un espíritu maligno que habitaba en la zona prohibida para los hombres, estaba totalmente celoso de que estos vivieran con tanta felicidad. Por eso, hizo lo posible para conseguir que las personas desobedecieran a sus dioses y siguieran el camino de la curiosidad.Con las artimañas del espíritu maligno, los humanos se sintieron, como nunca, tentados a escalar la montaña, descubrir los secretos que allí aguardaban y, así, demostrar su valentía. Los apus, furiosos al ver la actitud de sus ciudadanos, los detuvieron a mitad de camino sin que pudieran escapar: mandándoles a cientos de miles de pumas y estos animales devoraron a las personas que habían desobedecido a sus dioses.Al ver esta terrible imagen, Inti, el dios Sol, se estremeció y comenzó a llorar sin parar, hasta tal punto que el valle en el que habitaban estas personas quedó totalmente inundado.
Así, la población fue exterminada, excepto por un hombre y una mujer que, subidos en una barca de junco, lograron salvarse y contemplar todo lo que había pasado: su fértil valle era ahora un enorme lago y los pumas que habían sido mandados por los dioses se habían convertido en rocas.
Escriba su opinión